22 de octubre de 2011

SE ACABÓ ETA






Ha sido toda una vida conviviendo con la violencia y la noticia de esta semana, aunque buena, paradójicamente, me ha sumido en el dolor. Un dolor insignificante si se compara con el sufrido por otras personas, pero, también, dolor. El dolor de la impotencia contenida de ver asesinar sin ton ni son a muchas personas durante años.

Hoy, he rebuscado en mi PC un correo, que, a pesar de los cambios de ordenador, siempre he conservado. Me lo envío un amigo y apareció en mi bandeja de entrada una noche de primavera en la que me encontraba frente a la pantalla. De eso hace once años. Me remitía algunos de sus artículos de opinión y, junto a esos ficheros, me adjuntaba, otro, intransferible, no publicable, titulado “Si te dicen que caí”.

Esta noche de sábado tengo la televisión apagada. La tengo apagada muchas noches y, hoy, más que nunca la quiero tener apagada. Me apetece sentir la oscuridad, escuchar sus silencios y digerir los acontecimientos de esta semana. Son más de las tres. Bajo la luz del flexo he vuelto  a leer aquel correo, un correo de quién sufría cercana la angustia de su muerte, la cual, por fortuna, nunca se produjo y, ahora, cuando la barra se va desplazando por las líneas del texto es como si escuchara, una vez más, el eco de su voz, aquí , conmigo, en este cuarto. Os transcribo parte del mismo, sólo,  hasta donde puedo leer.


“Yo no pretendo que nadie piense lo que yo, o de convencer a nadie de nada. El "apostolado" en cualquiera de sus manifestaciones, es perverso. Cada cual pensamos lo que podemos. Pero sí reivindico con toda vehemencia, para mí y para los demás, el derecho de opinar y de decir lo que pienso de mi entorno social y de mi país, y de proponerlo a la consideración de los demás, y a su discusión. De eso se trata, ni más ... ni menos.

Bueno. Ahí te dejo con los escritos. Y no te preocupes por mí porque, aun con todo eso dentro, vivo, ya ves, disfrutando a fondo de los valores fundamentales de la vida.

Un abrazo, y hasta encontrarnos con Fidel y compañía”. (*)

El fichero,seguirá en el máximo secreto, pero esta noche, al volverlo a leer, todas mis carnes se han estremecido como cuando lo leí por vez primera.

Pasada la escenografía del lunes, pasado el comunicado y pasadas las valoraciones, el proceso, el verdadero proceso, comienza ahora y no será fácil porque existen pocos días del calendario sin que alguna familia tenga que recordar haber llorado amargamente y ante nosotros se abre un camino largo, de generaciones probablemente.

No me gusta el discurso de vencedores y vencidos. La Historia, demuestra que, no sólo no ha funcionado, sino que no ayudado nunca para nada, sin embargo, sí considero importante la memoria. La memoria de todas y cada una de las personas a las que les han arrebatado la vida durante estos años y la reparación de su dolor. Todas tienen su memoria y todas tienen su dolor, aunque haya memorias y dolores que quieran ocultarse. El dolor resulta necesario contemplarlo en su globalidad, y, esto, es algo que no quiere verse en estos días en los medios informativos y en los  púlpitos de los prescriptores de opinión, de esos telepredicadores  que  homologan según sus criterios quién es santo y quien pecador, quien  democráta y quién no.

No quisiera que nadie usara lo del cese de las acciones de ETA como el recurso  fácil de esta próxima campaña electoral para arrancar la ovación y el aplauso en las plazas de toros y polideportivos porque muchas son las lágrimas que  han surcado otras tantas mejillas. Lo que quisiera, en cambio es que cuando se reúnan las fuerzas políticas desde el PP hasta Bildu, que, por favor, piensen en clave de colectividad, y sacrifiquen su rendimiento electoral inmediato  para alcanzar consensos de calado social. La sociedad, se lo agradecerá. Nadie tenemos la razón absoluta, sino una parte de razón y si algo necesitamos es de acuerdos, cuanto más amplios mejor, porque nos jugamos el convivir en paz. Iñigo Oliberos

(*)Fidel, era un personaje de un relato mío, de esos que guardo sólo para mí en una carpeta de  mi disco duro , que no creo que, nadie, salvo el autor de estas líneas, tenga interés en leerlos.

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